No hubo discursos largos. Tampoco fuegos artificiales. Esta noche, Japón recordó el fin de la guerra con algo más íntimo: una película. Una que no grita, pero que deja marcas. La tumba de las luciérnagas volvió a emitirse en televisión abierta, justo cuando el país conmemoraba los 80 años desde aquel 15 de agosto de 1945.
Y sí, volvió a doler.
🧒🏻👧🏻 Dos hermanos. Una cueva. Y el mundo que se olvidó de ellos.
Seita tiene 14 años. Setsuko, apenas 4. Son hermanos. Viven en Kobe. O sobreviven. Porque la guerra no les dejó mucho más que una lata de caramelos y una cueva donde esconderse. No hay héroes en esta historia. Solo niños que entierran a sus madres y preguntan por qué las luciérnagas mueren tan rápido.
La pregunta no tiene respuesta. Y quizás por eso, cada vez que Setsuko la hace, algo se rompe.
🎬 Takahata no dirigió una película. Dirigió una herida.
Isao Takahata no buscaba entretener. Quería que Japón se mirara al espejo. Que no olvidara. Que entendiera que la paz no es solo ausencia de bombas. Es presencia de empatía. Por eso eligió voces reales. Por eso recreó Kobe con una precisión que duele. Por eso, esta noche, millones volvieron a llorar.
Y no solo en Japón.
🌎 En Latinoamérica también se encendieron luciérnagas
Porque aunque la historia es japonesa, el dolor es universal. En Paraguay, en México, en Argentina… también hubo niños que perdieron todo sin entender por qué. Por eso, La tumba de las luciérnagas se siente cercana. Como si Setsuko fuera nuestra hermana. Como si Seita viviera en la casa de al lado.
📺 Detalles de la emisión
Fecha: 15 de agosto de 2025
Hora: 21:00 (hora Japón)
Canal: Nippon TV – Viernes de Cine
Versión: Sin cortes
Disponible también en Netflix y MUBI TV en Latam
🧵 Y en redes, el silencio también habló
Los hashtags no tardaron en aparecer: #SetsukoNoSeOlvida, #TakahataEterno, #LuciérnagasPorLaPaz. Pero más allá de las tendencias, lo que quedó fue el silencio. Ese que llega cuando termina la película y uno no sabe qué decir. Solo mirar. Solo recordar.
Es la noche, en que Japón recordó. Y nosotros también. Porque mientras haya luciérnagas, habrá memoria. Y mientras haya memoria, quizás haya esperanza.
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